Tecnología y Ética tienen que ir de la mano

Es cierto que el tema a tratar no llama a abrir telediarios ni a que sea motivo de conversación en la tertulia del bar mientras tomas un blanco con unas rabas. Es un tema técnico, pero es un tema que nos afecta en nuestro día a día, en nuestra vida cotidiana. Por ello escribo estas líneas.

Hace unos días aprobamos en la Comisión de Economía y Transformación Digital del Senado, un Informe elaborado por la Ponencia de estudio sobre la adopción de una regulación de las nuevas realidades tecnológicas, disruptivas y sociales.

Todos somos conscientes de que el mundo está cambiando. Lo hace a una velocidad como nunca antes se había visto. Las relaciones personales, la comunicación a través de las aplicaciones en nuestros móviles, la forma de organizar nuestros viajes con aplicaciones que nos dirigen y orientan y nos permiten reservar una casa en cualquier parte del mundo a cualquier hora, los avances tecnológicos que hacen empresas más competitivas y productivas, y un largo etcétera…

La economía mundial, la producción industrial, las relaciones comerciales y humanas en muchos casos van hacia un modelo completamente nuevo, basado en la utilización de los “datos” y su análisis.

En esta nueva revolución surge la paradoja de que mientras la economía crece, los puestos de trabajo pueden disminuir debido a la robotización y a la falta de personal cualificado. E igualmente se abren puertas a la explotación laboral con modelos de negocio que no ponen por delante la dignidad de la persona.

Por este motivo es importante un nuevo diseño de la formación educativa porque, en el futuro, dos tercios de nuestros estudiantes tendrán empleos que hoy en día todavía no existen. En esa formación debemos de ser capaces de integrar una potente formación profesional dual, con formación universitaria, siempre con una importante base de competencias digitales y éticas.

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Por otro lado, en esta nueva revolución tendremos que lidiar con la inteligencia artificial, dato y algoritmos, inteligencia que se está diseñando para complementar, si, complementar a la humana. No podemos dejar que la supere o sustituya y en ello debemos de poner todo nuestro empeño. Todos necesitamos un abrazo, un “te quiero”, un “perdón”, unos sentimientos que una máquina nunca nos podrá dar.

La Inteligencia Artificial mejorará la sanidad y la educación, traerá avances que hagan empresas más productivas…. Pero también, personalidades como Elon Musk recalcan que “la tercera guerra mundial vendrá de la mano de la Inteligencia Artificial”.

Después de 2 años y 30 comparecencias de expertos en la Comisión de Economía y Transformación Digital se ha llegado a un documento base legislativo. Pensar que la captación de datos y los algoritmos que dan origen a la inteligencia artificial son una mera cuestión técnica es muy peligroso. Hay demasiados aspectos que afectan a nuestra privacidad o al uso de bienes y servicios, con los que no puede jugar cualquiera.

Las personas más débiles, por juventud, pobreza o formación, son las más expuestas a todos esos daños colaterales de estos avances. La rapidez con que se han extendido nuevas prácticas y nuevos negocios hace que legisladores y jueces, en muchas ocasiones, no lleguemos a tiempo para frenar determinados excesos.

Antes que político, soy padre e Ingeniero de Telecomunicaciones y puedo asegurar que nos encontramos ante retos éticos, morales, tecnológicos y normativos como nunca habíamos tenido antes. El nivel de individualismo y soledad es creciente, con todos los problemas que conlleva a largo plazo. Por eso creo que esta nueva ola tecnológica no puede ahogar la vertiente humana, debemos recuperar siempre a la persona en el centro de cualquier avance.

Controlar todo hasta impedir la iniciativa es un error, pero dejar las tecnologías al arbitrio de un algoritmo económico es una catástrofe.

La transformación digital debe venir acompañada del respeto a la dignidad de cada persona.

Es preciso que los grandes avances que están cambiando nuestra sociedad sean analizados también desde una perspectiva ética. Más allá de que la ley permita determinados reclamos publicitarios o campañas, las autoridades debemos velar porque no se aprovechen de quienes son más vulnerables, poniendo a la persona y su dignidad siempre en el centro de cualquier legislación.

La transformación digital, así como la inteligencia artificial, debe entenderse como un complemento al ser humano. Algo que ayuda a mejorar la vida y resolver retos urgentes de la humanidad. El ser humano debe estar en el proceso de digitalización y éste ser una ayuda.

Este es el presente que nos toca vivir, es el futuro que ya tenemos aquí. Junto a estos avances nos jugamos mucho, como país y como sociedad. Los responsables políticos debemos estar al día de estos avances y a la altura de este gran país, generando acuerdos y credibilidad internacional y atractivo para futuros inversores en nuestro país, clave para la creación de empleo y la dinamización de toda la Economía.

Finalmente, siendo uno de los temas que se acuerdan en el documento, soy partidario de promover la presencia femenina en la inteligencia artificial y las nuevas tecnologías, sin cuotas o imposiciones. Nos jugamos el futuro de España en este terreno y ahora es el momento de reactivar la innovación. Es el momento de demostrar, con hechos, con estrategia y con fondos, que esa es nuestra prioridad.