La frase mítica y típica de que “bien vale que hablen de ti, aunque sea mal” ajusta su certeza y cumplimiento con cada ejemplo. El día que el aparato socialista-gubernamental la emprendió contra Isabel Díaz Ayuso se puso de manifiesto que le prestaron su definitivo impulso.
El torrente descalificador, artificioso de los discursos, las acciones, las medidas e iniciativas de la muy exitosa política madrileña, solo sirvió a sus adversarios para debilitarse y perder estruendosamente las elecciones en la Comunidad de Madrid. Ahora, esta fracasada fórmula ha pasado a aplicarse a Alberto Núñez Feijóo, a él se dirigen hace semanas todos los obuses, la ofensa, el descrédito y la crítica más desmadejada.
Cuando adjudicas a tu adversario culpas y responsabilidades superiores a las posibles, a las creíbles o a las aceptables por los que no gustan de autoengañarse, consigues que quien aún no lo hubiera hecho también acabe por fijar su atención e interés en ese blanco de la ira. Núñez Feijóo es objetivamente un gran político, un dirigente contrastado y con una brillante hoja de servicios; también es el flamante líder de uno de los dos grandes partidos españoles y jefe de la Oposición.
El político gallego aspira a obtener en las urnas una importante victoria y convertirse en presidente del Gobierno. La citada aspiración puede estar cerca o lejos, Sánchez y los suyos creen a pie juntillas que está muy cerca. De no ser así, no se entendería el feroz ataque de la portavoz del PSOE -Pilar Alegría- primero, de la portavoz del Gobierno -Isabel Rodríguez- inmediatamente después y de la aparición de las mismas consignas en todos los argumentarios filtrados del Partido Socialista.
Es como un gran acto fallido. El gran problema de las fábricas de ideas, cuando encaminan su esfuerzo en dañar con dureza la imagen pública del que se considera realmente peligroso para los intereses del patrocinador de estos creadores, es que se corre el riesgo de ayudar a engrandecer la figura a batir. Sí, además, el protagonista lidera la alternativa para gobernar y sus méritos son claros, la derrota flagrante y atronadora está servida. No, son frecuentes las llamadas “altas capacidades” y en el entorno fáctico de Sánchez no se dan.
Lo último, lo más novedoso de los instrumentos, obedece a aquello de: si los hechos no confirman tus pretensiones, publíquese que sí, que precisamente sucede aquello que ni asoma ni pasa. Es decir, “el efecto Feijóo” -denominación acuñada en el PSOE-, hay que decir y publicar que se ha parado, que ya no es… Las encuestas, que dicen lo contrario… Digamos con solemnidad y descaro que las encuestas reflejan nuestras recién creadas tesis… En fin, es algo así como “arquitectura del pensamiento” o “tecnología de vida artificial”, Tezanos lo practica habitualmente. (Hay que reflejar que los españoles piensan u opinan mayoritariamente lo que no piensan ni opinan, por si así, pudiera ser, cambien de opinión y pensamiento.)
Te puede interesar
Si no puedes con tu adversario, niégalo. Si pierdes, di que ganas. Si los que te quieren relevar se hicieron grandes, táchalos de pequeños… Posiblemente, nadie te creerá, pero al menos los contigo embarcados podrán aferrarse a algo, aunque sea difuso, sinuoso, inexacto, sencillamente fantasioso o directamente falso.
Nada está escrito, o si lo está, será en el cielo, y no podemos leerlo. Pero lo cierto es que Pedro Sánchez está convencido de que le acecha la derrota y no está seguro de poder vivir sin el poder de estos años y estos días. La ausencia o desaparición de esta gran mansión de boato, ceremonias, parafernalia de elegido, protagonismo y cumplimiento de deseos, le da verdadero pánico. Sus antecesores también se acostumbraron a tan alta magistratura, pero -cada uno a su manera- mostraron en todo momento que sabían de la temporalidad y la provisionalidad de la misma. En este caso muchos observadores piensan y reflejan en sus análisis que costará mucho más y que el relevo será inconsolable, es la otra cara del “manual de resistencia”.
Hace solo unos días las negociaciones para la renovación del Consejo General del Poder Judicial fueron suspendidas por los representantes del Partido Popular. Al unísono, la ministra Montero en el Congreso se había apresurado a desvelar que el compromiso de los negociadores de no modificar el delito de sedición y sus penas era una gran mentira, otra más. Por si acaso, el ilustre golpista antiespañol Puigdemont también ha querido confirmarlo públicamente. Ello -el rechazo a llegar a un acuerdo con estas aberrantes circunstancias y condiciones- ha traído un gran disgusto a Sánchez, a su gobierno y a su partido.
Las autoridades europeas, que llevan años insistiendo en llevar a cabo la renovación y cambiar el sistema de elección y nombramiento de los miembros del Consejo, han visto decepcionadas sus esperanzas de garantizar en España la despolitización de la justicia en este capítulo. De otro lado, la cuantiosa base social que sustenta y apoya a Núñez Feijóo se ha mostrado más que aliviada, ya que mayoritariamente se empieza a alzar la especie de que no se puede pactar nada con el PSOE de Pedro Sánchez.
“Otro PSOE” -decía el comunicado de suspensión del PP-, quizá el que ha sido objeto de celebración de su victoria de 1982, eso sí sin invitar a Alfonso Guerra, que se permite ser crítico. Otro PSOE, ese partido que fue socialdemócrata y que era de sus militantes. Otro PSOE, que no se aliaba con los que no creen en España, no la quieren y desean su partición en trozos infundados, incluso quienes representan a los herederos de una banda terrorista. Otro PSOE, que no blanqueaba a golpistas y antiguos terroristas, que no favorecía alternativas nacionalistas y disgregadoras.
Otro PSOE, que fue pieza básica de la Transición y trabajó para el abrazo y la concordia de los españoles, que tuvo como fruto la Constitución del 78 y su espíritu. Ya Zapatero expresó con hechos el abandono de aquellas posiciones de lealtad y responsabilidad para con el logro colectivo de convivencia y futuro, Pedro Sánchez ha dado mil pasos más en esa deriva. La “ley de memoria democrática” no deja lugar a dudas, un juicio sumario al pasado, todo lo contrario de aquella reconciliación que inspiró la llegada de la democracia. A todas luces es un camino poliédrico y pequeño, tanto como la mayoría franskenstein, esa fórmula inviable, insostenible, contradictoria y hasta enfrentada, que se aspira a repetir.
El PSOE de Sánchez no cree poder ganar, por eso se aferra a sumar a todos los incompatibles para reeditar lo imposible. Una mayoría de ideología e intereses diversos, unidos solo por la conveniencia y por acariciar cada uno de ellos el objetivo de destruir al estado tal y como lo conocemos y los españoles quisieron. A lo largo de la historia ya hemos visto muchos capítulos semejantes y no acaban bien. Afortunadamente en democracia y bajo el manto de nuestra Constitución -espejo y ejemplo en el mundo-, el final más demoledor es la derrota en las urnas. Sánchez no cree en su siguiente victoria, efectivamente nadie lo cree y no será. Las mentiras, los más inconfesables objetivos y los medios indebidos y desahogados, son la garantía del rechazo democrático generalizado. “Sic transit gloria mundi, totis pedibus” (así pasa la gloria del mundo, a toda leche).

Joaquín L. Ramírez. Ex Senador y Pte de Canovas Fundación