Por Eugenio Narbaiza, para Factores de Poderdesde España.
“Cuando el gobierno requiere la ayuda de Otegui para seguir gobernando, abjura de todo compromiso ético y nos devuelve a la España Negra en la que se comparece o apoya los excesos y hasta los crímenes, olvidando a sus héroes”.
Con esta demoledora frase que encabeza un comunicado de denuncia la Asociación Cultural “LA ESPAÑA QUE REUNE”, de carácter constitucionalista, que preside el ex secretario general de los socialistas vascos durante los años de plomo, Nicolás Redondo Terreros, podríamos definir perfectamente la convivencia política que viene padeciendo España en la actualidad.
Después de 42 años de democracia, blindada por la Constitución del 78, que nos dimos los españoles, el ejercicio del consenso y el acuerdo, a fin de mantener el mayor periodo de paz, prosperidad, libertad y democracia que España ha disfrutado a lo largo de la historia.
Este consenso y este acuerdo necesario para el desarrollo de una democracia en libertad, no sin dificultades y obstáculos en el camino, parecía consolidado a lo largo del tiempo, hasta que la sociedad, viene comprobando con asombro, como desde la política.
Se están despreciando importantes elementos éticos y estéticos que rompen la convivencia, porque se dejan de lado los intereses de todos, para centrarse exclusivamente en un elemento despreciable en toda democracia, como es la consecución del poder por el poder.
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El obtener ese poder a costa de cualquier precio, sin tener en cuenta que los medios utilizados para obtenerlo, aunque legales, no son éticos por lo que suponen o representan y mucho menos.
Porque la manera de usar estos medios, se logra mediante el engaño o la ocultación de pactos y acuerdos secretos, que no han sido explicados ni aprobados por los ciudadanos.
Esto pasa en España, cuando una formación política que se ha convertido en minoría mayoritaria en el parlamento, pero que por sí sola no es capaz de conformar un gobierno, sus líderes, a pesar de negarlo durante la campaña electoral.
En ese periodo en el que la política firma un contrato con la sociedad a lo que va a hacer y está dispuesta a hacer, son capaces de no cumplir con su palabra electoral y pactar con quienes “quitan el sueño al 95% de los españoles, según sus propias palabras.
Con aquellos que por razones éticas y políticas, deberían ser apartados del escenario político, por haber protagonizado unos hechos que van contra la esencia de la democracia, plasmada en la Carta Magna que impera en la España de todos.
Por si fuera poco, esta minoría mayoritaria, está tocando la fibra moral de la sociedad, al llegar a acuerdos ocultos con una formación que, aunque legal, no ha condenado nunca las acciones de una banda terrorista que ha tenido como objetivo erosionar la democracia y ha dañado a la sociedad, causando 857 muertes, que además en sede parlamentaria de un ente autonómico.
Se da el lujo de anunciar que “acudirán a Madrid a destruir el régimen del 78”.
También resulta muy sangrante, comprobar como algo tan necesario en una democracia como son las instituciones, se están convirtiendo en un objeto de degradación.
Cuando se permite desde el gobierno que uno de sus integrantes, por razones ideológicas y olvidándose de que, en su juramento para acceder al gobierno, se ha comprometido a “guardar y hacer guardar la Constitución como norma fundamental del estado”, ataca constantemente a la Monarquía, cuando en la ley de leyes, está aprobada como forma de Estado, mediante desaires que parecen “pellizcos de monja.”
Esos gestos dañan la esencia de ese acuerdo socio político que establecimos mediante la constitución, sin que eso tenga consecuencias políticas ni institucionales, porque bajo el camuflaje de la “libertad de expresión”, aquí, empieza a valer todo.
Estos hechos, además de los modos y las maneras en los que se ejecutan, están empezando a causar inquietud y preocupación en la sociedad.
Al no tener una contestación institucional ni política, empiezan a ser normales cuando en realidad deberían ser excepcionales y castigados con dimisiones además del desprecio desde la sociedad a sus autores, pero lo cierto, es que aquí no pasa nada, la democracia se está denigrando y la sociedad, visto que no hay reacciones, está empezando a preocuparse por la esencia de sus libertades y por la vulneración de esos valores democráticos, obtenidos mediante el consenso.
¿Qué podemos hacer desde la sociedad para evitarlo?

Políticamente poco, porque como sociedad, solo nos corresponde elegir a aquellos que nos gobiernan en pro de nuestros intereses, pero desde lo que podríamos llamar “sociedad civil”, ese músculo de la democracia que suele salir en momentos excepcionales.
Que es necesario tanto para ser guardián de la democracia como para fortalecerla, debemos exigir a la política, trasparencia en sus actos, honestidad en sus decisiones y sobre todo, que aplique los mecanismos que nos hemos dado todos.
Que establecer reformas o cambios, pero con la información necesaria para que esas reformas puedan ser juzgadas y aprobadas desde el consenso de la política con la sociedad, sin que una, deje de la mano a la otra o sin que arrogándose una legitimidad de gobierno, se rompan los pilares básicos de la convivencia.
Por todo esto, es importante que ese músculo que compone la sociedad civil, que en España ha demostrado su fortaleza y su decidida aspiración de libertad y democracia durante los últimos 42 años, empiece a despertar de su letargo y se convierta en el timón que necesita esta España.
Para salvaguardar los valores de España y sus esencias democráticas, desde la moderación, el consenso y la transversalidad, porque antes que la izquierda y la derecha, el protagonismo, debe ser de España y de los españoles en su beneficio y en sus necesidades. Lo demás, ni vale ni es admisible.
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