Ser migrante nunca ha sido fácil, mucho menos si provienes de Venezuela. La necesidad de algunos venezolanos en Colombia, y seguramente en el resto del mundo, demuestra que cuando emigrar no es un objetivo de vida sino un escape de un régimen corrupto, son 100 veces más las dificultades que se afrontan.
Hasta finales de febrero, Migración Colombia manejaba la cifra de al menos 1.825.000 venezolanos en tierras vecinas. Esto, sin contar los que en plena pandemia y bajo perfil han cruzado la frontera. Muchos de estos enfrentan situaciones extraordinariamente precarias.
En Factores de Poder conocimos la historia de Jesús, un hombre venezolano que pese a estar en silla de ruedas no deja de echar para adelante. Él junto a otros tantos, también tomaron la Ruta del Caminante para intentar darle un mejor futuro a su familia, que la que le daba en su país natal.

Jesús quedó parapléjico producto de un enfrentamiento entre antisociales en Venezuela, esto durante el régimen del fallecido Chávez. El seguro social en el país ni siquiera se hizo cargo de su silla de ruedas.
Sin embargo, decidió irse a Colombia, específicamente a Bogotá, donde diariamente se traslada alrededor de 50 kilómetros, ida y vuelta, desde su residencia hasta el parque donde vende caramelos y bolsas de basura.
Su historia es muy particular. Migró solo pero con trabajo y esfuerzo logró llevarse a su esposa, sus cuatro hijos y a su nieta. Aunque parece tener todo en contra, no hay quien detenga sus ganas de salir adelante. Sí, hay momentos duros. Debe cruzar la ciudad y subir empinadas calles para llegar a su hogar. Y esto, sin contar las casi 15 escaleras que debe subir al llegar a su residencia. Sus hijos son sus pilares, y aunque son pequeños, ayudan a su padre a entrar y salir de casa.
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En el hogar solo hay 3 camas, aunque son 7 sus habitantes. Cuentan con colchones en precarias condiciones (2 en cada cama por lo delgados que están), la mayoría de estos, recogidos de la calle.
En su nevera sobra las esperanzas y escasean los alimentos. Pues, solo medio kilo de harina de maíz y un poco de mayonesa es lo que nos recibió cuando parte del equipo visitó a la familia. No obstante, el que menos tiene siempre es el que más da. Pues, ofrecieron al equipo una taza de café comprado específicamente para la visita, y lo compartieron mientras charlaban.
La familia solo tiene un celular, un potecito como se dice en Venezuela, y se lo sortean entre ellos para hacer sus tareas. Lo poco que tienen, lo lograron con esfuerzo y trabajo digno, así como con la ayuda de muchos ángeles que aparecen en su camino.
Tal es el caso de Jhoner Bernal, un maracucho que luego de conocer su historia y de verlo trabajando en el parque, decidió apoyarlo diariamente con la mitad de la comida que le dan en su trabajo. Pues, Jesús le confesó que hay días en los que no genera lo suficiente y no le da para comer.
Venezolanos como Jhoner y como Jesús hay en todos los rincones del mundo. Unos con más suertes que otros, lidian el día a día dando todo por sus familias. Aunque en la queja no está la solución, sí hay que analizar el trasfondo de esto.
¿Es justo este tipo de vivencias para los ciudadanos venezolanos? ¿Por qué existiendo dinero para “consultas populares” o “elecciones parlamentarias”, no hay para atender a quienes realmente lo necesitan? ¿Toda la “ayuda humanitaria” aprobada para los venezolanos está llegando a los más vulnerables? Este tema no se trata si es un migrante o si la persona aún está en Venezuela. El cuestionamiento real es hacia dónde están enfocando sus esfuerzos los supuestos líderes políticos que tiene el país.
Por un lado, Guaidó centrado en su “consulta”. Por el otro, Maduro enfocado en su “Ley Antibloqueo y sus parlamentarias”. Pero, ¿y la gente cuándo será la verdadera prioridad? ¿Hasta qué punto la historia como la de Jesús, y otros miles, se repetirá? Tal como dice un refrán por allí, “a veces los políticos te fracturan las piernas para luego pedirte que les agradezcas por darte las muletas”.