El Koki: El brazo armado del ejercito venezolano

Caracas amaneció sitiada el jueves 8 de julio. Más que videos circulaban por las redes audios de las ráfagas que enviaron a los habitantes de la Cota 905 y sus adyacencias a activar los rudimentarios domos de supervivencia: Los cuartos sin ventanas, la parte de abajo de las camas, cualquier cosa pues que sirva como escudo a las municiones sofisticadas.

La guerra tiene la firma del Koki. Una de las sorpresas destacadas en redes sociales es que hasta que se difundió la foto del personaje portando una grotesca cadena de oro con su remoquete grabado, solíamos escribir Coqui con C y Q, como el sapito oriundo de Puerto Rico que fue sembrado en Venezuela y arrulla las noches caraqueñas.

Pero resulta que KOKI es con dos K. Lo que aún no está claro es la acentuación. ¿Es en la ó? ¿Es en la í? Ese ha sido un tema de debate mientras aún no se sabe cuántos muertos y heridos han resultado de este nuevo capítulo sangriento que algunos asumen como un juego de video.

Lo más ruidoso además de la gran cantidad de pólvora quemada, es el silencio de quiénes deberían al menos darle una respuesta a la población civil desarmada, que por cierto,  algunos partidarios de que “Caracas es Caracas y lo demás es monte y culebra”, piensan que ésta guerra civil se desarrolla sólo en la capital. Pues no. Las bandas armadas tienen bajo su control cada estado, municipio, pueblo de Venezuela. Y el silencio y la inacción de los organismos de seguridad del Estado, tienen que ver con que el Kokí y sus pares son parte de la estrategia de defensa del Régimen.

El despliegue operativo del Koki obedece a la necesidad del Régimen de mantener a la gente en sus casas, sin capacidad de protesta ante cualquier carencia. Lleno de miedo. Aterrado.

El empoderamiento de la delincuencia común no se debe a una simple incapacidad de los cuerpos de seguridad del Estado en el deber de proteger a la población civil. Es al contrario. Es parte del reforzamiento armado de la Revolución que coloca charreteras de generales, super generales, archigenerales a decenas y decenas de militares, quienes a cambio tienen que permitirle a los Kokís que cada tanto le recuerden a la población en manos de quién está el poder de las armas. 

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Mientras ruedan profusamente declaraciones de aquí y de allá acerca de unas negociaciones que someterían a Nicolás Maduro a renunciar, éste refuerza al Ejército, el componente militar que además de hacerse los locos con el poder de fuego entregado a las bandas civiles, logran que se les reivindique con el nombramiento del General en Jefe del Ejército Domingo Antonio Hernández Larez, como Comandante Estratégico Operacional de la Fuerza Armada, en sustitución del Almirante Remigio Ceballos, quien es del componente Armada, además de ratificar por enésima vez en el cargo de Ministro de la Defensa, a Vladimir Padrino López, del Ejército. Los Marinos no tienen ningún tipo de autoridad operativa hacia el resto de los componentes. El relevo que se está haciendo refuerza el poder del Ejército, que es el componente que pudiera eventualmente actuar contra la ilegitimidad de Nicolás Maduro.

El Koki y sus pares, son simplemente el brazo armado, el poder de fuego del Ejército venezolano, que los dejará actuar mientras los mantengan a ellos ascendidos y ubicados estratégicamente “dónde hay”. Por eso el silencio de los militares ante la muerte en territorio venezolano del terrorista de la FARC Jesús Santrich, la subalternización ante los guerrilleros que ejecutaron la Operación Matadero en Apure, y la actitud de simples espectadores ante la demostración de fuego que las bandas armadas hacen a diario en todo el país. 

Patricia Poleo

Patricia Poleo

Soy una periodista de investigación y exiliada política venezolana, ex directora del periódico El Nuevo País y conocida por su trabajo opositor al actual gobierno en Venezuela. CEO De Factores de Poder.


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