Comunistas venezolanos quieren ser tomados en cuenta

El Buro Politico del Partido Comunista de Venezuela analizo los principales topicos de la politica nacional e internacional
Foto: AVN

Cual viudas eternas que lloran otra vez aferrándose al dulce recuerdo. En su búsqueda por el cambur, los miembros del Partido Comunista de Venezuela, aliados per sæcula sæculorum de las causas populistas de la izquierda venezolana, hoy reclaman al régimen chavista el haber quedado por fuera de la rosca electoral de cara a las elecciones programadas por el régimen para el 6 de diciembre. Ironías de la vida que aquellos eternos perseguidos —por subversivos— hoy enfilen sus quejas hacia el sistema político que los llevara a cosechar la mayor cantidad de éxitos electorales de su historia.

En un giro Nietzscheano —en el cual el abismo les devuelve la mirada— el pater familias de los partidos políticos venezolanos —AD, MIR, MAS— eleva sus quejas a los medios de comunicación por la forma en la cual la gran unión cívico-militar del proceso los deja por fuera de la movida electoral.

Autores materiales de las escaramuzas en Urachiche, estado Yaracuy, que generaron la violenta ola de protestas que incendiaron la semana pasada a las provincias de la empobrecida Venezuela agraria, tierra fértil convertida en un erial, víctima del abandono de la planificación centralizada de extracción marxista, los miembros del buró político del PCV expresan sus quejas y exhortan a los miembros de la Asamblea Nacional Constituyente a sumar fuerzas de cara a las elecciones pautadas el 6D.

Como las pupilas de un paciente con sífilis en los estados más avanzados, el PCV se acomoda, pero no reacciona: bastaría con ver las arengas dialécticas de Oscar Figuera, actual ocupante de la silla que los hermanos Machado y Guillermo García Ponce, una vez ocuparan en el edificio Cantaclaro de la parroquia San Juan de Caracas. La última vez que Cilia Flores —y no Nicolás Maduro— visitó el emblemático edificio, sede de los gallos rojos venezolanos en 2014, al desvencijado inmueble le hicieron un makeover —de pintura— para recibir a la Primera Combatiente que venía a hacer alianzas en nombre de su marido, en el reparto del poder.

Desde entonces ni el Cantaclaro recibe a los ocupantes de Miraflores, ni a los ocupantes del Cantaclaro los reciben—y mucho menos los quieren ver— en la Esquina de Bolero al final de la Avenida Urdaneta.

Cualquiera podría afirmar que el PCV es opositor, cuando ve a su secretario general Oscar Figuera decirle a Vladimir Villegas nerviosamente —como quien no quiere la cosa— que el partido “no denigra de las formas de protesta”, al tiempo que reivindica que la chispa que encendió el candelero que terminó con la alcaldía de Chivacoa vuelta cenizas, la comenzaron ellos. Esclavos eternos de una forma de expresarse pasada de moda, los comunistas venezolanos piden ser tomados en cuenta al tiempo que juegan con su eterna novia: La subversión en búsqueda del poder. Acusan a Juan Guaidó de ser un títere de las hegemonías imperiales euroamericanas y le rinden tributos florales a Mao Zedong y a Fidel Castro. Atrapados en la fosa de las Marianas de las contradicciones, comparten lugares comunes al cuestionar la “Ley Antibloqueo” con intelectuales de izquierdas habitués de diarios como El Nacional y El Universal en sus columnas de opinión.

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Son décadas quejándose de ser tratados como la amante de un hombre infiel, siendo el plato de segunda mesa, reciben migajas y las celebran como logros propios. Se quejan de la persecución y ahora hacen suyas las críticas que en un momento Teodoro Petkoff tuvo del chavismo: definen a la farsa electoralista del PSUV “como democracia con tintes autoritarios”. Acusan a sus camaradas, los socialistas, de ser un partido policlasista al tiempo que señalan —de forma paradójica— que las políticas aplicadas al pueblo venezolano traen miseria.

Al verse fuera de la jugada electoral de cara al 6 de diciembre, los gallos rojos lanzaron una plataforma llamada Alternativa Popular Revolucionaria, que busca presentar “un reagrupamiento” —que no reencauche— de las mismas caras aburridas de dirigentes barrigones que se toman fotos con sus iPhones para colgarlas en sus redes: Comunismo de urbanización.

Juntos, pero no revueltos

Para el PCV, el proceso —palabra con la que las dictaduras militares latinoamericanas describen a sus gobiernos— va más allá del partido en el poder, enfrascados en una semántica que ahora los hace lucir como opositores, la primera agrupación política que expresó su apoyo a Hugo Chávez en 1998 —cuando el Teniente Coronel sólo contaba con un solo dígito en los sondeos— piensa que el Partido Socialista Unido de Venezuela los quiere canibalizar políticamente.

Sobrevivieron a la fundación del PSUV, y por orden de Chávez, éste no los absorbió porque consideraba a los gallos rojos, un baluarte de la democracia revolucionaria. A rey muerto, rey puesto, Nicolás Maduro y la directiva actual del PSUV no consideran a sus novias políticas de larga data en esta nueva “fiesta democrática” —Tibisay Lucena dixit— decembrina.

El mismo PCV que siendo defensor de las FARC-EP en la hermana república, —agrupación terrorista que ataca barriadas rurales pobres en la campiña colombiana— en Venezuela pide la disolución de las FAES, acusa a Nicolás Maduro y sus secuaces del mal manejo de la hacienda pública, y hacen suyas las observaciones que un miembro de la oposición afín a Guaidó o Claudio Fermín promedio haría: que los bloquean en los medios oficiales, que el PSUV hace uso de los recursos gubernamentales para hacer campaña, el alto costo de la vida, el abandono del campo, la corrupción administrativa, las persecuciones políticas, etc. “Sarna con gusto no pica,” reza el viejo adagio de la sabiduría popular. Ni una mención al narcotráfico, lavado de dólares y actividades conexas de larga data en las bocas de una dirigencia, que dice hacer suyas las quejas de un pueblo hambreado, mientras los botones de sus rojas camisas sostienen con fuerza sendas barrigas.

La sífilis moral de los gallos rojos y su relativismo dialéctico inherente, los tiene en un laberinto ideológico sin salida buscando que alguien los rescate. No les importa el martirio de sus militantes, por el contrario, los que se precian de exaltar las formas del humanismo fomentan el sacrificio y martirio de sus fieles creyentes. A sus caídos los enaltecen y hacen de ellos leyendas negras, amantes eternos de la doctrina que mató a más personas que el nacionalsocialismo alemán, los comunistas venezolanos continuarán buscando espacios

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