Este 6D es una fecha electoral en Venezuela, tanto gobierno como oposición escogieron esta jornada para volver a sondear la opinión de unos venezolanos cansados que ya no confían en el liderazgo a ambos lados del pasillo. Los hallazgos de las exit polls de Meganálisis son demoledores. Sólo los cuadros duros del chavismo, la oposición falsaria, y los incautos que todavía caen en esos espejismos se aferran al acto de fe en el que se convirtió el voto en Venezuela.
Nadie fue a votar
Era lo esperado, los venezolanos tienen otros problemas, azotados por la delincuencia, el encierro, el colapso de los servicios públicos y una economía en cortocircuito. La psicología de la jerarquía de las necesidades de Maslow define la preferencia de los venezolanos: Votar está mucho más arriba de la base de esa serie de prioridades piramidales, y este momento, la supervivencia domina la raison d’être de los venezolanos.
Cuando faltan poco menos de cuatro horas para el cierre de mesas, los colegios están vacíos. Las aulas están desiertas desde que Caracas decretó clases a distancia al momento en el que se les salió de control el brote de Covid-19.
El que la plaga de Wuhan haya llegado inicialmente a costa venezolana es producto de las fiestas constantes que los más cercanos al poder en Venezuela realizan y los contactos con sus escoltas.
Los colegios —vacíos desde que decretaron la cuarentena en marzo, escogidos por el CNE para que unos flacos y harapientos soldados vigilaran.
Meganálisis la pega de nuevo este 6D
Las exit polls de la encuestadora Meganálisis son demoledoras para todos los interesados. Mientras tanto, una serie de personajes de la talla de Enrique Mendoza y Timoteo Zambrano hacen llamados a votar y Luis Parra aparece vestido elegante frente a un caja depositando un papel. Ese sórdido elenco de personajes son los que se empeñan en validar los resultados que el nuevo CNE con Indira Alfonzo Izaguirre pretende emitir en algún momento de la madrugada del día de mañana.
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Economía en ruinas, la Casa Blanca cambia de manos
A principios de 2020, Petróleos de Venezuela cerraba dos refinerías. Eso marcó más de lo que venía: el colapso en medio de un año catastrófico para todos los habitantes de este planeta. Juan Guaidó se encaramaba en una reja mientras a un confundido Luis Parra recibía instrucciones para juramentarse como presidente de una Asamblea Nacional que nunca quiso funcionar.
Mientras toda Venezuela agregaba a su rutina de apagones, delincuencia y escasez el encierro y las polimorfas maneras en las que los cuarteles reprimían reyertas por alimentos, en Washington DC, se desarrollaba una campaña electoral que terminó —aparentemente— con un anciano Joe Biden dispuesto a reflotar al régimen de Díaz Canel.
Como el 6D es un día de matemáticas, el cálculo político —celebrado por los Venezolanos con Biden— radica en que si se reanudan las relaciones diplomáticas con La Habana y Teherán, Caracas caerá por efecto dominó y arte de magia; buenas noticias entonces para quienes comparten el poder con Nicolás Maduro. Más flexibilidad para hacer negocios y menos presión por parte de las instituciones independientes que quedan al servicio de los estadounidenses en Washington.
El grupo de venezolanos que rodea a Joe Biden verá con buenos ojos los comicios en Venezuela a la postre y se entenderá con lo que surja del acuerdo político de concertación de las élites que tienen secuestrado el territorio venezolano.
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