por Luis Martínez, desde Yaracuy.
Trago Amargo 3 de mayo de 2021: El cuento del sueldo
Si algo era impensable en Venezuela, era que el sueldo dejaría de tener importancia, que se convertiría en un referente inútil de nuestra tragedia, y, en la prueba irrebatible de la inhumanidad de este gobierno.
Nadie puede sobrevivir en Venezuela con 3.50$ mensuales —ni en cualquier lugar del mundo— y eso lo saben claramente los chavistas, sólo que han optado por desentenderse de una de las consignas que calificaba a Maduro como el hombre de las reivindicaciones sociales, “el presidente obrero.”
Resulta que no ha sido nada parecido ni a José Mujica en Uruguay, y menos —muchísimo menos— a Lech Walesa en Polonia.
Nicolás Maduro ha sido, sin dudas, el destructor del concepto del salario en Venezuela.
Por el año 2009, estuve unos días en Paraguaná, Punto Fijo, suelo adornado por lo que fue durante mucho tiempo, el complejo refinador más grande del mundo, Amuay – Cardón.

La belleza de la península contrastaba con el ensordecedor ruido de los motogeneradores de electricidad que, sobre todo en la avenida Bolívar, debían ser usados para paliar las gravísimas fallas de electricidad en la región.
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En esos tiempos no había bloqueos, ni hackers, ni saboteos, y, la gente de “Rápidos y Furiosos” aún no nos tenía de parranda, en eso de probar sus bombas de pulso electromagnético.
Era falta de mantenimiento, desidia y un abundante catálogo de excusas que iban desde “el niño”, hasta las manchas solares, las razones que acompañaban a la inercia frente al problema.
Ver, por tanto, voluminosas torres de motogeneradores a la venta en la península, hacía prever que el gobierno nacional se disponía a despojarse de la responsabilidad de resolver, ya que el particular lo estaba haciendo, y, hasta parte de la oferta turística se hizo.
Los hoteles comenzaron a colocar en su publicidad “contamos con planta eléctrica”, y hoy, doce años después, la falla en el servicio es igual o peor, pero a la gente le importa menos, habiendo asimilado que al primero que no le importó en absoluto fue al gobierno.
Con el sueldo pasa igual que con la electricidad, igual que con el gas, igual que con el agua, igual que con la educación, igual que con el país en general. La gente asume la indiferencia del gobierno y aplica la criollísima vía de resolver. Plantas eléctricas, cocinas de leña, compra de agua en cisterna, o, ponerse a vender tequeños a pesar de tener un cargo de profesor titular, es la amplia gama de fortalezas que honrosamente exhibe nuestra gente. Cuando decimos que al venezolano no lo vence nadie, realmente es así, aunque lo haya explotado de forma perversa el gobierno.
Es por ello que este 1 de mayo, ningún trabajador estuvo esperanzado con una noticia buena en su día. Fue todo lo contrario, la mayoría de los trabajadores, al ver un aumento de “nada”, semejante burla, una cachetada mensual que es cuatro veces menos que lo que gana un obrero en el Imperio en una hora, hizo lo que le ha tocado aprender con este gobierno: dejar de contar con el Estado y analizar si es momento de poner la renuncia a ese cargo público que no genera un ingreso humano.
Hoy, la población que dice depender laboralmente del gobierno de Maduro, está ratificando, que esa dependencia es absurda e injusta, y hasta imaginaria, porque es solo una forma de esclavitud. La ironía no estaría completa si Maduro no insistiera, por enésima vez, en su fracasada figura, —incomprensible por demás— del petro, ese “criptocuento” que hasta fue derrotado por el “dogecoin”, la propuesta burlesca de una criptomoneda para un meme, que terminó siendo respaldada por Elon Musk y ahora se cotiza en todos los mercados.
Decir que las prestaciones serán calculadas en petros, equivale a nada y a cualquier cosa, porque es el mismo monto, solo que expresado de toda forma conceptual que eluda el fenecido concepto del bolívar como moneda. Todo es el mismo cuento, contado por el mismo cuentista.
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