Esta es la entrega final de una serie de artículos que tratan sobre el estado político actual del Reino de España bajo la óptica de Javier Rupérez, con la edición y adaptación de nuestro equipo editorial para ser compartidas con nuestros seguidores a lo largo de estos días de asueto de Semana Santa.
«Restaurar la reputación, recuperar la confianza» son una serie de artículos que Factores de Poder comenzó a publicar a partir del lunes de esta semana
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Restaurar la reputación, recuperar la confianza por Javier Rupérez.
Parte 5 de 5
Reputación y confianza son elementos esenciales para proyectar, defender y ampliar los valores e intereses fundamentales de una sociedad, de un país, hacia el exterior de sus fronteras.
Y dependen de la calidad con que los ciudadanos contemplan sus responsabilidades, armonizan sus preferencias, respetan y promocionan el sistema legal, conviven con sus vecinos próximos y lejanos en el marco ideológico y politico común y en definitiva saben constituirse en un sujeto fiable y previsible de la comunidad nacional e internacional.
A la postre no hay política exterior de calidad sin una sólida arquitectura de la política interior. Ambas son caras diversas de la misma moneda. Ambas son imprescindibles para restaurar la reputación propia y recuperar la confianza ajena.
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La España del primer tercio del siglo XXI no está en las mejores coordenadas para recuperar la plena contabilidad de ambas.
Ciertamente el negativo impacto de la pandemia y su más que deficiente gestión gubernamental, además de las terribles consecuencias económicas que el virus traerá consigo, no ayudan a tal empeño.
Pero son raras las sociedades actuales que puedan escapar de tales negativas realidades y consecuencias, y reflejar en exclusiva las propias no ayudaría a comprender las especificidades de nuestras limitaciones. Porque —cual si de una maldición se tratara— el COVID-19 convive en nuestro pais con una dirección gubernamental ineficiente, sobrecargada de radicalismo ideológico, desconectada de la realidad que ha hecho posible la Europa unida y la España próspera y en definitiva empeñada en alterar los mimbres fundamentales del pais europeo, democrático y occidental que somos.
Es difícil encontrar en los últimos doscientos años de la historia española un mejor momento que el encarnado por los cuarenta años transcurridos desde la vigencia de la Constitución de 1978. Décadas caracterizadas precisamente por la buena reputación y la profunda confianza con que el país fue visto por propios y extraños.
Urge su recuperación que en definitiva depende en exclusiva del pueblo español. Y de la manera en que llegue adecuadamente a comprender el reto histórico al que se enfrenta. Y para que la peripecia sea de nuevo una “relato de grandeza” y no de “odio”, tal y como nos previene José Varela Ortega en su reciente “magnum opus”. Que así sea.
Javier Rupérez, Embajador de España.
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