«Restaurar la reputación, recuperar la confianza» son una serie de artículos que Factores de Poder comenzó a publicar a partir de ayer. Esta es la segunda de cinco entregas que tratan sobre el estado político actual del Reino de España bajo la óptica de Javier Rupérez, con la edición y adaptación de nuestro equipo editorial para ser compartidas con nuestros seguidores a lo largo de estos días de asueto de Semana Santa.
La primera entrega está disponible para su lectura haciendo click en este enlace.
Restaurar la reputación, recuperar la confianza por Javier Rupérez. Parte 2 de 5
La pesada carga del separatismo catalán
por Javier Rupérez, desde España
La consistencia en la ortodoxia econométrica no fue aplicada a la progresiva desvergüenza con que los separatistas catalanes, en sus variadas agrupaciones, fueron incrementando su presión para conseguir la independencia de la España que según ellos “les robaba y oprimía”.
Uno de sus más caracterizados y útiles instrumentos para tal fin fue la actividad desarrollada por el denominado “Diplo.Cat”, equivalente al servicio diplomático de la Generalidad catalana, que con cargo al contribuyente español y sin reparar en gastos esparció por el entorno habitual —la Europa comunitaria, los Estados Unidos de América— sus versiones sobre lo que supuestamente ocurría en España y las razones que les asistían para aspirar a su separación de tan incómoda madrastra.
Ello se vió acompañado por la multiplicación de cátedras para la enseñanza del catalán, fundamentalmente en los Estados Unidos, en las que la escasa demanda de aprendices se veía compensada por las labores de adoctrinamiento a que los titulares se dedicaban y entre los cuales destacan Laia Balcells y Josep Colomer, ambos en la universidad de Georgetown en Washington DC.
Javier Rupérez
Muestra destacada de tal proyecto lo constituye la llegada en 2013 de Clara Ponsati como titular de la prestigiosa cátedra Príncipe (hoy Princesa) de Asturias en la misma y no menos prestigiosa universidad de Georgetown.
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La cátedra, financiada por la Fundación Endesa y cuyo titular es seleccionado por el Ministerio Español de Universidades, y que, como su propio nombre indica, pretende hacer llegar al alumnado local las nociones básicas sobre la historia, cultura y realidad de nuestro país.
Desde el comienzo de su desempeño la señora Ponsati no tuvo reparo en utilizar los medios puestos a su alcance para propagar sus convicciones catalano-separatistas en términos y volumen tales que el Embajador de España del momento, Ramón Gil Casares —con acertado criterio— impidió en 2014 que su periodo inicial de dos años fuera renovado por el gobierno español.
A su vuelta a España, Ponsati, próxima al que fuera presidente de la Generalidad Carles Puigdemont, y nombrada por él como consejera de su equipo, ofreció en Barcelona una rueda de prensa comenzada en castellano pero pronto interrumpida para oscilar al catalán porque, según la que había sido titular de la cátedra Príncipe de Asturias, “no dominaba bien la lengua española”.
Hoy Ponsati comparte la condición de prófuga de la justicia española y europarlamentaria en Bélgica, junto con el que fuera y a lo que parece sigue siendo su jefe. Buena noticia ha sido que el Parlamento europeo haya decidido retirarles la correspondiente inmunidad y con ello facilitar la repatriación, si la justicia belga no lo impide, a la que sigue siendo “patria común e indivisible de todos los españoles” y en ella hacer frente a sus delitos como copartícipe del golpe de estado que los separatistas catalanes perpetraron el 17 de septiembre de 2017.

El impacto de la sistemática propaganda separatista, pagada por el contribuyente español, en los medios de comunicación internacionales, y simultáneamente y como consecuencia en algunos calificados centros de estudios internacionales, quedó dramáticamente reflejado en el artículo que en la web del influyente “Center for Security and International Studies” domiciliado en Washington publicó a principios de octubre del mismo año Doña Heather Conley, “Senior Vicepresident for Europe, Eurasia and the Artic and Director of the Europe Program” de la institución.
La señora Conley, reflejando los tonos lacrimosos con que los separatistas catalanes habían disfrazado sus atentados contra la legalidad democrática vigente al organizar un referéndum contrario a la Constitución española, ponía duramente en duda la calidad institucional de España y su propia viabilidad futura como país “indivisible”, al tiempo que en tonos abiertamente críticos dudaba que Europa estuviera a la altura de las necesidades de la preservación de los principios que la Europa unida decía querer defender.
El “Diplo.Cat” podía sentirse satisfecho. La señora Conley, junto con diputados, senadores y periodistas americanos de gama variada, habían adquirido sin rechistar los lloriqueos separatistas y las correspondientes dudas sobre el comportamiento de la institucionalidad española al tratar la crisis más grave que el país había conocido desde al menos 1975.
A ello también había activamente contribuido el “lobby” del separatismo catalán que, desde Washington DC y Nueva York, y meticulosamente dirigido por Andrew Davis y Xavier Vila, entre 2014 y 2017 había gastado más de tres millones de dólares del contribuyente español para convencer a la “élite” política y social americana de las maldades del Estado que pagaba sus generosos sueldos.

Ante la desidia de unos y la voluntad delictiva de otros —leáse con atención “La telaraña. La trama exterior del procés”, libro de Juan Pablo Cardenal recientemente publicado— el perenne “problema catalán” había conseguido quebrar de manera significativa la reputación de la España postfranquista y con ello alcanzado a disminuir la confianza que los demás en ella habían depositado.
No otra cosa siguen persiguiendo hoy mismo los terroristas callejeros que, bajo el impulso de los partidos antisistema españoles y catalanes y la silenciosa complicidad de otros separatistas que hoy forman parte de la coalición gubernamental, han convertido durante varias semanas Barcelona y otras ciudades catalanes, y algunas del resto de España, en escenario convulso, violento y sangrante de la peor guerrilla urbana que imaginar se pueda bajo el especioso pretexto de protestar contra el encarcelamiento de un “rapero” tan conocido por la bazofia de sus letras como por la violencia de sus acciones.
España en su reputación y en la confianza que de ella depende tiene hoy un problema.
Se llama separatismo catalán.

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