- ¿Se puede hablar de “elecciones libres” en Venezuela?
- por Patricia Betancourt, desde Bélgica
Pensar que los desnutridos y enfermos ciudadanos venezolanos, incluso los que hoy viven refugiados o desplazados en otros países huyendo de la hambruna, de la escasez de medicamentos y de la criminalidad callejera, podrían acudir libremente a las urnas, es una entelequia.
La tragedia venezolana debería animar la reflexión y el debate sobre lo que llamamos democracia y los escenarios en los que ésta se ejerce cabalmente. Hablar de “elecciones libres” en Venezuela, a corto o mediano plazo, es una ficción.
La opción electoral tuvo quizá su momento, hace ya meses, pero ante la escalada de esta tragedia que adquiere dimensiones jamás conocidas en Latinoamérica, se hace cada vez más peregrina la posibilidad de una salida de la crisis por el camino electoral.
Una ciudadanía acosada por el hambre carece de la libertad necesaria para decidir su destino. Ver a sus niños sufrir cada día porque no tienen qué comer, imposibilita a cualquiera el libre ejercicio de su derecho. La desesperación es poderosa consejera y casi nunca razonable.
No se es libre con el estómago vacío, y mucho menos sometido a tantas vicisitudes: falta de agua, de electricidad, de atención sanitaria y medicinas, de seguridad… no se es libre.
Este maligno régimen ha sabido ir apretando la tuerca con una habilidad pasmosa, como el más experto maltratador, desplegando una estrategia que, de no ser por lo macabro de sus objetivos, sería merecedora de alto reconocimiento.
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Lo más escalofriante es la labor de zapa con la que fue ganando simpatías, como el pederasta que ofrece caramelos a su víctima: primero con demagógicos discursos populistas, que fueron polarizando a la población; más tarde con prebendas y dádivas económicas que la gente recibía con alegría, pero que nunca son el medio para desarrollar los pueblos, sino más bien para empobrecerlos y esclavizarlos. Luego, en un momento dado, el régimen empezó a cobrarse la deuda de todo aquel que había recibido ayuda, porque todo tiene su precio, nada es gratis: “te doy, pero…” Ésa es la consigna.

Y así, de un tiempo a esta parte, las dádivas empezaron a disminuir, transformándose en limosnas impregnadas de veneno: por una bolsa CLAP algunas madres venezolanas son capaces de casi cualquier cosa. Los tiranos lo saben… y lo explotan. Sin ningún pudor, exigen lealtad a cambio de limosna.
Un pueblo desolado, abandonado, triste, esclavizado, no puede, aunque vote, hacerlo libremente. Y hará falta tiempo para arrancar de las mentes y de los corazones de los venezolanos las huellas amargas que están dejando estas ya más de dos décadas de tiranía. Se necesitarán años para que un proceso electoral en Venezuela pueda considerarse “Libre”.
Nunca nos cansaremos de afirmarlo: la democracia no se reduce a la introducción de una papeleta en una urna o a un clic en un icono de la pantalla de un ordenador. Un ciudadano arrodillado ante el poder, con su mano extendida para recibir migajas, mientras con la otra hurga en la basura, como medio más seguro de alimentarse, no es libre para elegir nada.
* Periodista. Presidente de VenEuropa (@plataforma.veneuropa – @infoVenEuropa)
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