Por Silvio Salas*
«¿Vos ya hiciste el diagrama de Nolan?».
- Gloria Álvarez, 2021
El pasado domingo 21 de febrero la politóloga guatemalteca y el politólogo, licenciado en filosofía y escritor argentino Agustín Laje protagonizaron un encuentro telemático destinado a discutir el aborto. La cita pop-lítica, a pesar de suscitar una enorme expectativa y de contar la “moderación” (pronto veremos el porqué de las comillas) del conocido economista Javier Milei, escaló rápidamente en un concurso de gritos donde las nociones más elementales de la buena educación brillaron por su ausencia.
Agustín Laje se preparó, expuso argumentos de fuste y citó información científica. Todo sin descuidar la dimensión ética, e incluso metafísica, tocante a un tema tan espinoso como el del aborto. Su intervención inicial, fundamentada en dos silogismos sobre el principio de no agresión (NAP), sin embargo, nunca encontró contestación de su interlocutora.
Una Gloria Álvarez muy agitada se dedicó a lo largo de una hora a apilar libros sobre su mesa, cual vulgares piezas de utilería, mientras alternaba entre las falacias ad populum (los libertarios se oponen en un 71% al aborto) y las falacias ad verecundiam (María Blanco apoya el aborto, Juan Ramón Rallo apoya el aborto, etc.). Gloria, que no es extraña a los papelones, ha quedado desnuda una vez más. Los decibeles de su tono de voz aumentaban con su impotencia.
La libertad demanda mejores defensores.
La popularidad de Gloria Álvarez está cimentada, aparte de lo que salta a la vista, en combatir a un falso enemigo (i.e.: el populismo) y robarle una frase ingeniosilla al periodista argentino Mariano Grondona. De hecho, para cerrar el debate con Laje modificó el ya célebre “el populismo ama a tanto a los pobres que los multiplica” por “el conservadurismo ama tanto los abortos que los multiplica”.
Te puede interesar
Se requiere de un cierto talento para no expresar nada valioso durante tanto tiempo. Una corriente política está en bancarrota intelectual cuando tiene como gran referente a Gloria Álvarez. La libertad no puede ser patrimonio exclusivo del libertarismo; la libertad necesita mejores defensores. Es cosa demasiado seria.
No sólo pierde Gloria…
Un debate no puede ser analizado en términos pugilísticos, ya que cuando existe altura de ideas todos ganan. Un buen ejemplo sería el encuentro que sostuvieron Sir Roger Scruton y Terry Eagleton organizado por Intelligence Squared. En casos como el que nos ocupa, en cambio, se produce justo lo contrario: todos pierden. El primer perdedor, aunque parezca curioso, es Laje: se rebajó, se sometió a un griterío. Quizá buscando exponer el vacío argumental de Álvarez terminó exponiendo sus propias contradicciones, entre ellas la pretensión de llegar a conclusiones conservadoras a través de premisas libertarias (no es la primera vez que lo hace, así que no se trata sólo de los términos acordados). ¿Es lo suyo, acaso, una suerte de “entrismo conservador”? El segundo es Milei, un convidado de piedra. ¿Por qué aceptó moderar si, en sus propias palabras, no sabe hacerlo? Delegó su responsabilidad en otra persona que tampoco se atrevió a llamar a Álvarez al orden.
Y finalmente, están todos aquellos que, desde medios, universidades, think tanks y casas editoriales, promueven a un fraude como Gloria Álvarez. De estos últimos se ha demostrado que sólo les interesa tener una cara bonita que repita eslóganes y mensajes prefabricados con el fin de reforzar su narrativa. Ellos también quedaron desnudos.
Más allá de memes y hashtags...
Lo que debería plantearse Agustín Laje, suponiendo que de verdad está dispuesto a algo más que ridiculizar a Gloria Álvarez y generar memes en Twitter, es si vale la pena sacrificar principios fundamentales para satisfacer a un grupo minúsculo de eternos adolescentes obsesionados con Ayn Rand. Y es que, incluso desde el punto de vista electoral, los beneficios de incorporar al libertarismo en un proyecto político se presentan demasiado magros (en la última elección de EE.UU. apenas superaron el 1%). Allí es donde está el verdadero quid de la cuestión: ¿tiene sentido mantener el fusionismo, es decir, la síntesis entre libertarismo y conservadurismo tras la finalización de la Guerra Fría?
Sin la amenaza del comunismo de fondo, las diferencias entre liberales/libertarios y nacionalistas/conservadores se hacen más patentes. Un libertario considera toda intervención en la economía, dañosa (por usar un adjetivo muy del gusto de von Mises); todo principio de la moral tradicional, anticuado y descartable. Su credo, escribe Pat Buchanan en Suicide of the West, es profundamente economicista y funciona como una ideología espejo del marxismo (pues también reduce al hombre a mero homo economicus). Si el proyecto central del globalismo es la destrucción del Estado-nación, el libertarismo no tiene argumentos para frenarlo porque, entre otras cosas, defiende el “libre movimiento de personas”. El ejemplo de esto se encuentra en la propia biblioteca de Álvarez: Open Borders, de Bryan Caplan.
El falso enemigo; ¿por qué Gloria Alvarez nunca ha sido una aliada?
«Lejos de ser la simplificación de una realidad compleja, el populismo reintroduce esa dimensión conflictual (Carl Schmitt) que constituye la esencia de lo político».
- Adriano Erriguel
La cruzada anti-populista de Gloria Álvarez es totalmente inútil desde la lucha contra el globalismo y los consensos imperantes (incluso es contraproducente). El “populismo”, término difuso si los hay, es un comodín empleado por los defensores del statu quo contra sus adversarios. Como bien explica Aleksandr Dugin, no se trata de una ideología. Es más bien instrumento, una forma de aproximarse a la política. En lo único que tiene razón Álvarez es en llamar a Trump populista, sobre todo al de 2016 (su mejor versión). Lo importante es dejar claro que no hay nada de malo en ello. También lo son Salvini y Nigel Farage, otros destacados líderes soberanistas (el primero incluso se puso una franela donde lo admitía).
Lamentablemente, a muchas personas profundamente imbuidas de la propaganda liberal esta palabra siempre les remite a personajes como Chávez. La realidad es que populistas también fueron figuras como Poujade o Glistrup, que lideraron sendas revueltas fiscales en Francia y Dinamarca, respectivamente. Haciendo mucho más, por cierto, de lo que Álvarez hará en su vida contra los excesos del poder del Estado.
El populismo puede ser de derecha, de izquierda y, a juzgar por las recientes acciones del “liberal bonapartista” (de Benoist dixit) Emmanuel Macron, también de centro. Atacar al populismo es como atacar a un megáfono. No es malo en sí mismo; el tema es cómo y para qué se usa. Pero esto es lo que tienen los androides programados por think tanks: harán cualquier cosa por posicionar ciertas agendas, incluyendo señalar falsos enemigos. Cuando se trata de populismo es mejor escuchar a escritores como Javier Ruiz Portella. Cuando se trata de criticar a los Estados mastodónticos (que ciertamente existen) es bueno recordar que los conservadores/nacionalistas también tenemos economistas. Hay sumas que restan. Al libertarismo ramplón no tiene caso sumarlo.
*Silvio Salas, venezolano, es aspirante a escritor y estudiante de Comunicación Social.