La política exterior de Donald Trump no fue del todo exitosa como ciertos medios quieren hacer ver. Estuvo plagada de desaciertos. No se logra fortalecer el liderazgo con los aliados naturales con un Consejo para las Relaciones Exteriores plagado de neo-conservadores que juegan en contra de la acción gubernamental o usando retóricas agresivas estilo Wall Street. Washington DC —lamentablemente— juega con sus propias reglas.
El aislacionismo republicano de los últimos cuatro años trajo otras cosas: pleitos comerciales con China difíciles de desenmarañar, unos ayatolás embatolados con uranio enriquecido sobándose las manos, israelitas con paso aéreo por países árabes, y un norcoreano con problemas de cariño paternal sentado en un arsenal gigantesco apuntando a todo el que le provoque.
El mundo es amplio, y también el alcance de la diplomacia de Washington DC, que jugó a apoyar a Juan Guaidó, se acercó con Rusia, y no quiso nada con Cuba.
Examinemos cinco desaciertos de Donald Trump en política exterior:
1. Acuerdo de Trump para la paz en Medio Oriente
Barack Obama y George W. Bush desestabilizaron el Medio Oriente creando las condiciones políticas, religiosas, financieras y militares para el ascenso del Estado Islámico, que logró controlar campos de petróleo, y un territorio un poco más grande en extensión territorial que Inglaterra.
Los principales financistas del Estado Islámico es el ala salafista/wahabbista de las familias del reales que gobiernan esos desérticos países.
El acuerdo del 15 de septiembre de 2020 en la Casa Blanca entre el primer Ministro de Israel Bibi Netanyahu, el jeque Abdullah bin Zayed Bin Sultan al Nahyan, por los Emiratos Árabes Unidos y el jeque Khalid Bin Ahmed Al-Khalifa, ministro de Asuntos Exteriores de Baréin supone la primera vez en 25 años que Israel formaliza relaciones diplomáticas con un país árabe.
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Bibi Netanyahu es una suerte de Trump kosher: egocéntrico, autoritario y fanático religioso cuyas aventuras con artillería, drones y aviones en los alrededores de Gaza y Siria lo ponen bajo el escrutinio de la comunidad internacional.
Tanto Bibi como Donald son extremistas y sus acciones de gobierno, con sus aciertos y desaciertos dan fe de eso.
De especial interés para los venezolanos es esa simpatía entre Donald Trump y la familia al Nahyan de Dubai, que le permiten hacer lujosos desarrollos inmobiliarios mientras otros miembros del clan real de los Emiratos Árabes Unidos transa el oro del arco minero venezolano por medio del fondo de la deuda soberano Noor Capital.
¿Logro para EE.UU.? o logros para Israel: ¿Cachicamo trabaja pa’ lapa?
2. Desaciertos en Asia: Talibanes en Washington DC
Luego de que George W. Bush, Donald Rumsfeld y luego Obama con Biden redecoraran con cráteres la ya empedrada geografía afgana en búsqueda de un Osama Bin Laden enconchado en Abbotabbad.
A Donald Trump le toca retirar las tropas de la lejana nación afgana teniendo que pactar con unos fundamentalistas musulmanes que consideran que si una mujer usa una prenda de vestir mostrando un tobillo debe ser apedreada.
Otro gran ejemplo de cómo invadir buscando cambiar algo para dejar todo como estaba. Los talibanes seguirán ejecutando homosexuales, apedreando mujeres, persiguiendo budistas y decapitando infieles.
El complejo militar industrial aseguró contrataciones millonarias con esa aventura en Afganistán, los musulmanes radicales se fortalecieron y en ese país no hay democracia ni les importa tenerla.
3. La guerra comercial con China que no se pudo pelear —ni ganar.
China, país comunista con un desprecio absoluto por la dignidad humana, el respeto a los convenios internacionales recibió unas reprimendas por parte de Estados Unidos.
Washington DC buscó replantear la relación comercial con el gigante asiático y elevó la preocupación de muchos en el gobierno ante la exposición de los bonos de la deuda del tesoro americana a delincuentes financieros chinos.
Los pleitos comerciales de EE.UU. con China impidieron el despliegue de redes de telefonía 5G en distintas partes del mundo, alterando la posibilidad de mejorar las telecomunicaciones de varios países que habían entrado en negocios con Huawei.
4. Apoyar a Juan Guaidó
El apoyo al títere de Leopoldo López resultó en la prolongación de la agonía del pueblo venezolano. Las millonarias ayudas enviadas a Venezuela jamás llegaron, y una clase política opositora corrupta mejoró sustancialmente su posición económica.
La administración Trump permitió que elementos corruptos como Carlos Vecchio, José Ignacio Hernández, Pedro Torres (Mackie) Picón, Gustavo Guaidó, Juan Víctor Salcedo Márquez y demás fichas de Voluntad Popular se hicieran con elementos clave de la ayuda que EE.UU. habría despachado para apoyar la causa de la liberación de Venezuela de los grilletes del chavismo.
El abogado de Donald Trump, es el mismo del financista de Voluntad Popular, Alejandro Betancourt López —bolichico de Derwick—, Rudolph Giuliani.
El abogado de Jared Kushner, —el yerno de Donald Trump—, es Abbe Lowell, que también representa a Rafael Ramírez.
Trump tuvo —muy brevemente— en su gabinete a Anthony Scaramucci, un empresario carente de moral que hizo negocios con Danilo Diazgranados, el operador financiero del chavismo y financista de la oposición colaboracionista.
La administración Trump clasificó al régimen chavista como una mafia internacional. Pero ese gobierno daba un paso hacia adelante y dos hacia atrás: La colocación de fichas como James Story a cargo de las relaciones bilaterales entre Caracas y Washington DC, luciría como positiva, de no ser que el diplomático americano da el mensaje de que en un gobierno que lidere la oposición, el chavismo debe tener significativas cuotas de representación.
De esa unión con Juan Guaidó quedó ese extraño fenómeno sociológico que Germania Rodríguez bautizó como los «Magazolanos», que están entre un culto de personalidad místico-religioso y la negación de ciertos aspectos básicos de respeto a la institucionalidad, formas y civismo que debe tener la figura de la presidencia de los EE.UU.
5. Reunirse con Kim Jong-un
Los encuentros históricos entre el actual ocupante del trono de monarquía comunista de Corea del Norte y Donald Trump no trajeron estabilidad a la región. Sólo le permitieron a dos jefes de estados ansiosos de publicidad hacer un espectacular showcase fotográfico, sin ninguna mejora sustancial para la población norcoreana.
De los acuerdos y diálogos tampoco hay garantías para las naciones que rodean a Corea del Norte, constante preocupadas por los arrebatos de su «Líder Supremo» cada vez que se pone a jugar con cohetes y armas de destrucción masiva.
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